miércoles, 25 de agosto de 2010

TORMENTA

El profundo existir de mi silencio, el aburrimiento al pie de la letra, consiguieron, casi por milagro, o por costumbre, sacudir otra vez la inocencia de mi cuerpo.
En esa pesada tarde noche, con gusto a alconafta, nos fuimos con Laura, hasta el carioca barrio de Lapa con la esperanza ciega de que aquel concierto oxigene a nuestra anoréxica pareja.
En la plaza seca, con forma de olla, del barrio de Lapa, desfilaban varios grupos de hip hop. Proyecto del gobierno de Río de Janeiro, para que los adolescentes de las favelas se alejen de las drogas, repetía orgullosa la locutora en un excitante portugués. Al final de la cosa subiría Caetano Veloso y todos seríamos testigos de aquella foto perfecta.
Varias horas antes, a las 9 de la mañana de ese agónico día de verano, en el jardín botánico, en el sector de no sé qué especie de plantas amazónicas, Laura me volvió a plantear lo de siempre: que ya no la miro, que cuál es nuestro proyecto, que me deje de hacer el anarquista, que la corte con eso de que hay que irse de Buenos Aires.
En el insoportable transitar del cuarto tema del cuarto grupo de Hip Hop, cayeron las primeras gotas gordas. Para la quinta canción diluviaba.
La plaza seca, con forma de olla, del barrio de Lapa, comenzó a llenarse de agua. Los pibes de la banda, vestidos con camisetas de la NBA, seguían con el rap y miraban la desesperada dispersión de la gente en clave de venganza. Los taxis dejaron de pasar y los pocos colectivos que bordeaban la zona, asfixiados de pasajeros, sellaron sus puertas.
Los truenos despuntaron el vicio y auspiciaron la tormenta. El cielo se encargó del resto: extasiado, vomitó sin límite lo acumulado por semanas.
Los autos, que quedaron atrapados en la zona, nunca llegaron a encender sus motores, apenas se limitaron a dar la pauta de la altura de la creciente inundación. Seis muertos, voraz, record histórico, dirán los diarios al otro día.
Sin mucho por hacer y en ojotas, comenzamos, con Laura, a ensoñar nuestro largo regreso a pie. Decidimos trepar por las rejas de las enjauladas casas de Río para evitar conectar con algún invisible cable suelto o alcantarilla.
Desde la altura comprobamos que el agua arrasó árboles enteros e ingresó sin permiso en edificios y negocios. Ya en el barrio de Botafogo se dibujaron olas que complicaron nuestra escalada. El paisaje urbano se tiñó de mar.
Si salgo vivo de esta me dejo de ser tan mezquino, tan moderado, tan inseguro. Si salgo vivo de esta, me dejo de joder -pensé.

miércoles, 11 de agosto de 2010

REHEN

De mis ideas que no se rinden.
Piensan.
Esclavo, de mis palabras que no se callan.
Dicen.
Acosado, por mis fantasmas que no se apagan.
Dudan.
Rodeado, de mis silencios que no vacilan.
Escuchan.
Mueren.