jueves, 30 de septiembre de 2010

CROTO

Una tarde gris, de un gris mayo de 1930, José Américo Chezzi, picapedrero, anarquista, salió a caminar sin rumbo, por el trazado de las vías del ferrocarril.
En la primera estación se despidió para siempre de Patricia, su mujer. En la segunda, se rapó, con asombrosa ligereza y decisión, la cabeza. En la tercera, arrancó cinco horas a su anoréxico reloj.
Con apenas 19 horas colgando en su muñeca derecha, deambuló durante 25 años por las vías de esa opulenta Argentina agrícola.
En su feroz transitar, coleccionó piedras barnizadas en alquitrán, insultó a grises palomas, burló a obesos y fascistas policías e ilusionó a vírgenes en todos los idiomas.
En esas eternas noches, en improvisadas rondas y fogatas de fuego azul, junto a ocasionales amigos de turno, degustó pájaros a la cacerola, desafinó canciones en italiano y habló de sus horas de menos arrebatadas por antojo o capricho a su reloj de sol y de arena, de filosas agujas y erectos números romanos.
“Sin nada ni nadie, logró tenerlo todo”. Entendés? -me dice Lorenzo, el calesitero de la plaza Flores.

1 comentario:

Gabriel dijo...

Es muy bueno Katz! vos lo escribis?
TE felicito!
El turco